martes, 22 de enero de 2008

Mendigar y olvido


Hoy viajaba en el tren y mirando cosas por la calle, empecé a pensar en todas esas personas por las que uno se va rodeando en la vida y como en diferentes momentos se van filtrando esas relaciones de amistad (por asi llamarlas). Personas que para describirse utilizan palabras como transparencia (¿?), fidelidad, respeto, simpatía, etc. Pero a la hora de enfrentar algún inconveniente salen corriendo a esconderse detras de empobrecidos y trillados argumentos ideológicos sobre su estilo de vida, sumado a los valores que hay que tener a la hora de virir; cuando el problema no tiene nada que ver con eso. Olvidándose de la parte tolerante de una amistad. En algún momento uno se olvida que el otro es un pelotudo por reaccionar de esa manera e intenta demostrarle simpatía y buenas reacciones; que solo son devueltas con vacíos tanto emocionales como cerebrales. En pocas palabras, uno comienza a mendigar lo que el otro debería entregar naturalmente. Pero el rencor... El rencor es algo que no acepto; ni para cosas importantes ni para boludeces. No lo entiendo directamente. ¿Quién realmente esta libre de algún error como para ponerle cara de culo a otro por haberse equivocado en algo intrascendental? No sirve la vida sin oportunidad de equivocarse. Ni la propia, ni la ajena, ni la conjunta, ni ninguna. Nadie puede ir por la vida con el cartelito de "perfecto" en la frente. ¿Quién realmente se cree que es el que te señala y te rechaza? Logicamente estoy hablando de personas que significan/aron algo para la vida de uno y ante la primera equivocación (equivocación no es lo mismo que avivada) te cerraron la cara. Entonces yo me pregunto, ¿hasta que punto no nos hacen un favor dejándonos de dar bola? ¿cuánto valen realmente sus intenciones para con nosotros si ante el primer problema desaparecen sin importarles nada mas que sus enojos y sus filosofías baratas vacías de cualquier sentimiento?

jueves, 17 de enero de 2008

Danzar los pies


Algunos días (pocos) me olvido de algunas cosas que me pasan por el cuerpo y el corazón cuando bailo. Pero el resto, bombardeo mis pensamientos con los hermosos movimientos que la danza me permite realizar. Desplazarme respirando, llenandome de aire para vivir. Feliz. Vivir feliz. Como cuando te reis y no podes parar y sentis que la felicidad te colma tanto... Aunque sea en ese momento. Bueno, eso me pasa a mi cuando bailo. Siento que el corazón me va a explotar. Quiero llorar todo el tiempo de la emoción que causa cada coreografía dentro de mis sentimientos. Escuchar la música, sentirla, interpretarla, disfrutarla, respirarla, romperla, hacerla mía, contagiarla de mi sueños, mostrarle mi camino, mis deseos, mis movimientos. Que seamos una. Que sepamos para donde va cada una. Sin errores. Y si los hay disfrutarlos, reconocerlos y aprenderlos. Sin miedos o con, pero felíz. Y una indicación y otra y otra y otra. Una pierna por acá, un brazo por alla, el cuello que se suelta, se sale, se libera de mi, la mirada propia, mas mía que nunca, el alma atenta. Los dedos afilando el aire, volviéndolo puntos. Puntos que me traspasan la cara pero no me tocan. Me llevan también. El aire me lleva siempre y me suspende, enamorada de cada paso; y cada caida. Visualizar un mar; uno presente y cercano. Y bailarlo. Con las olas y la sal. Bailarlo ilusionada, flotando, suspendida por placer. Transformando mi ira y mi pesar en burbujas que se rompen con cada salto y cada vuelo. Cuando el cuerpo se enciende no hay vuelta atras. Descubrir los sentimientos que provocan nuestros placeres es un camino de ida solamente. No se puede contra eso. Hace mal. No sirve. Engendra dolor, rencor y sentimientos totalmente destructivos para con uno mismo y los demas. Por eso es muy simple. Ser felíz, en mi vida es cuestión de algunos acordes. Conteos y miradas reflejadas en grandes espejos color piel, que constituyen un mundo de grandes expectativas luminosas. Gotas de agua fresca recorriendome a mi, a la que baila para ser felíz.